Colegio Misericordia Rafaela

Joaquín Toledo premiado a nivel nacional PDF Imprimir E-mail

El Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE/CONICET) y la Asociación Civil Ciencia Hoy, con el auspicio del Programa de Promoción de la Lectura del Ministerio de Educación de la Argentina , el Centro de Formación e Investigación en la Enseñanza de las Ciencias , la Universidad Nacional de Cuyo y el Área de Ciencias del Centro Cultural Borges convocaron  a estudiantes de todo el país para participar del Concurso Literario Juvenil “ La Ciencia en los Cuentos 2009” .

Joaquín Toledo, alumno de Quinto año Humanidades de nuestro Colegio, participó y fue premiado con una mención. FELICITACIONES, JOAQUÍN!!!

La premiación se realizará el jueves 19 de diciembre, en Buenos Aires.

EL CUENTO CON EL QUE JOAQUÍN GANÓ SE TITULA “LOS INMORTALES”.

Este relato fue incluido en la revista de nuestro Colegio “Punto de encuentro” y para quienes quieran leerlo lo incluimos a continuación:


Los inmortales

Llegó a mí como una revelación suprema, que desde un principio supe que me ayudaría a cambiar el mundo. Después de años de labor científica e investigación mi trabajo pudo ser concluido.

De joven fui soñador, un hombre emprendedor que siempre buscó llegar a ser reconocido. Como estudiante era un destacado, y mis ansias por encontrarme con un futuro glorioso me impulsaron a comenzar mi carrera científica a la temprana edad de veinte años, pues no había en mi mente otra cosa que no fuera el estudio, y de esta forma mis méritos tuvieron su recompensa.

Pero con el pasar del tiempo los sueños del joven se dejan desmoronar por la experiencia de la vejez que con cada arruga que suma a su rostro y le hace entender que ya no vale la pena seguir escalando la montaña, pues por más alta que sea su cima, nunca te permitirá tocar el cielo con las manos.

Ya a la edad de sesenta y tres años estaba retirado y dispuesto a pasar lo que me quedaba de vida en la tranquila y amarga soledad de mi casa. Durante mi juventud los distintos trabajos que realicé me permitieron juntar el suficiente dinero para vivir unos cuantos años sin sufrir carencias. En ese tiempo de receso de mis actividades me preguntaba continuamente si había disfrutado de la vida; si había tenido sentido desperdiciar años y años en una búsqueda ambiciosa que no me había llevado a nada; y por último si podría regresar el tiempo atrás.

Pero ante tanto arrepentimiento y melancolía, un buen día la suerte tocó a mi puerta. Un viejo colega que me había acompañado durante largo tiempo de mi carrera profesional apareció en mi casa con una propuesta irrechazable. El reconocido doctor Matheus Lewis solicitaba mi ayuda para un experimento sobre el desarrollo de las células en los seres humanos. Sus estudios le habían permitido descubrir que las células humanas en su etapa embrionaria son capaces de reproducirse a altas velocidades pero con el correr del tiempo y cuando los cuerpos llegan a su madurez dicha capacidad se va perdiendo y el cuerpo incurre en una etapa de progresivo deterioro. La idea de Matheus era que las células ante una determinada estimulación podrían incrementar su capacidad de reproducción aún más que las células embrionarias. Esto no solo permitiría curar cualquier enfermedad sino que volvería al sistema inmune muchísimo más fuerte.

La propuesta me interesó mucho, por lo que de inmediato acepté. Trabajamos años experimentando, y en ese tiempo Matheus murió, pero yo seguí solo, intentando alcanzar la meta que juntos nos habíamos impuesto. Mis esfuerzos dieron sus frutos, logré un buen día la satisfacción de encontrar la cura a todos los males. Descubrí que ciertos químicos y fluidos introducidos en el cuerpo daban a éste una vida perdurable. Yo fui el primero en usarlo y vi cómo efectivamente mi cuerpo se rejuvenecía.

Decidí entonces entregar mi descubrimiento al mundo. La OMS se apropió inmediatamente de él y en poco tiempo lo diseminó por todo el planeta a través de las redes de agua, argumentando que todos merecemos por derecho una vida saludable. Fue cuestión de tiempo para que todos fuéramos sanos, todos fuéramos perdurables. Pero con el tiempo me di cuenta de que más que una bendición había creado una maldición...

La población mundial creció desmesuradamente, ya que nadie moría porque eran todos jóvenes eternos y esta capacidad se transmitía a las nuevas generaciones por lo que los niños que nacían crecían sin problemas hasta que su cuerpo alcanzara su madurez. Mi cura era tan efectiva que ni las balas eran capaces de matar a los humanos. La única forma de eliminar a alguien era destruirlo por completo.

El mundo se súper pobló y los recursos se hicieron insuficientes. Pero la gente no moría de hambre, sus cuerpos se volvían delgados, débiles y escuálidos. Así en las regiones más pobres comenzó el canibalismo. Llegaron las guerras y nuevos déspotas sucesores de Hitler colmaron la tierra. Todo era desorden y caos.

Esto me obligó a actuar. Yo quería remediar el mal que provoqué por lo que desarrollé una nueva sustancia que era capaz de revertir el proceso de la anterior. La di a conocer al mundo pero nadie quería renunciar a su inmortalidad, por lo que sabotearon mi trabajo y me encerraron para que no pudiera continuar, pero ya lo había usado en mí y es cuestión de tiempo para que muera, pues yo, Ferderick Lazarus ya no soy uno de ellos, uno de “los inmortales”.

Autor:  Federick Lazarus

 

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