Los niños de sala de 5 nos hicimos parte del pueblo de Jerusalén, de aquellos que habían escuchado las palabras de Jesús y que habían visto sus milagros. Con el mismo entusiasmo que la gente lo recibió, nosotros también le dimos lugar en nuestro corazón. Con porras y cantos lo aclamamos Rey de nuestras vidas.

El Jueves Santo nos sentamos con los apósteles a los pies de Jesús. Él nos partió el pan, nos lavó los pies y con ternura nos invitó a amarnos entre nosotros como Él nos amó.

El Viernes Santo algunas personas de corazón duro, intentaron apagar la luz de Jesús, en la cruz. María permaneció con la luz de la esperanza encendida, sabía que algo bueno iba a suceder. Nosotros también besamos la cruz como María y en respetuoso silencio esperamos junto a ella.