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El martes 22, en un momento celebrativo, dimos gracias por nuestros queridos catequistas y porque por su respuesta al llamado de Dios Padre colaboran, junto a los niños, en la construcción del Reino.
Compartimos las palabras del Santo Padre Francisco que alienta esta misión y los anima a ser alegres mensajeros, custodios del bien y la belleza; ¡a amar a Cristo cada vez con más fuerza!
El Diácono Darío Kemerer nos animó, como comunidad, a reflexionar sobre los catequistas como “hombres y mujeres de la memoria de Dios” que se dejan mirar por Jesús y salen al encuentro del otro de la mano de María.
Con fuerza cantamos y sentimos: ¡Dale que somos la sal, dale que somos la luz, dale que juntos anunciamos a Jesús! 
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FIESTA DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN. |
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Tanto amaba María a su hijo y deseaba estar con él que, desde el cielo, Jesús envió ángeles para que la busquen y la lleven junto a él en cuerpo y alma.
Con mucha dulzura y ternura, celebramos como comunidad educativa, la Fiesta de la Asunción a la gloria del cielo de nuestra Madre, la Virgen María.
Recordamos que desde allí ella nos cuida, nos cubre con su manto e intercede ante Jesús por nuestras intenciones… ¡Dimos gracias!
María Mírame, María mírame,
si tú me miras, Él también me mirará...
Madre mía, mírame, de la mano llévame,
muy cerca de Él, ahí me quiero quedar.
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¿TE COMPROMETÉS A CUIDAR EL AIRE? |
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Como cierre del proyecto “Aire puro, puro aire”, los alumnos de las salas de 5 años visitaron la plaza 25 de Mayo para comprometer a los ciudadanos a cuidar el aire. Al aceptar, los niños entregaron unos molinetes con un mensaje en agradecimiento por su buena acción.
Al finalizar el recorrido tomaron de un delicioso helado sentados en la plaza disfrutando al aire libre. 
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El 26 de Julio celebramos a San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús y papás de María. Y junto a ellos recordamos y rezamos por nuestros abuelos.
Disfrutamos de una dramatización donde dos Seños, a partir de una manta tejida, nos trajeron los recuerdos de sus infancias en la casa de los abuelos.
Luego cada uno, niños y señoritas, hicimos una mantita imaginaria, la tocamos, suave y abrigada... y despacito nos la colocamos sobre los hombros y la atamos. Sentimos su calorcito y nos acurrucamos debajo y con los ojos cerrados pensamos en nuestros abuelos, los mimos y abrazos que nos dan, las veces que nos llevan de paseo o nos hacen una comida rica, las veces que nos tienen tanta paciencia cuando hacemos algún caprichito...
Para finalizar, nos sacamos la mantita, la hicimos chiquitita y la guardamos en nuestro corazón. Y con las manos juntitas rezamos a Jesús por nuestros abuelos, los que están cerca y los que están lejos, los que están enfermos y los que ya están en el cielo, y por todos los abuelos del mundo para que nunca se sientan solos y para que les llegue con nuestra oración un gracias y un te quiero... ¡Qué importante son en nuestras vidas los abuelos! 
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